Adolescentes Saludables


La adolescencia es, según la Organización Mundial de la Salud, una etapa específica de la vida que está comprendida entre los 10 y los 19 años. Entre los 10 y los 15 años, se la llama “adolescencia temprana”, mientras que entre los 15 y los 19 años, se la conoce como “adolescencia tardía”. La adolescencia temprana coincide con la pubertad, etapa de cambios corporales, psicológicos, y emocionales que inciden en la vida social del niño. También se los suele llamar preadolescentes o púberes, e ingresan a la categoría de adolescentes cuando ocurre la menarca o primera menstruación aproximadamente, pero aún en fase de desarrollo corporal y psicológico. Estas categorizaciones fluctúan según los autores, además que en las niñas los cambios puberales suelen presentarse antes que en los niños. por esta razón algunos sitúan la preadolescencia entre los 9 y los 13 años aproximadamente. Los autores coinciden en que estos primeros años son de muchos cambios fundamentales, con crecimiento rápido corporal, y que luego durante la adolescencia tardía, el ritmo de crecimiento decrece y logra cierta estabilidad. 
Cada adolescente es un ser único, que se desarrolla tanto física, mental y socialmente, generando una identidad o personalidad que estará  marcada por su contexto histórico, su ambiente sociocultural, su etnia, su pertenencia de clase y su género, entre otros factores.

En la actualidad, los adolescentes representan el 17% de la población mundial: son 1.200 millones, y la mayoría (88%) vive en países en desarrollo. La proporción de adolescentes alcanzó su punto más alto en la década de 1980, con más del 20%. En la Argentina, los adolescentes representaban al 17,2% de la población total en 1980 (eran 4,8 millones de adolescentes). En 2015, la proporción se redujo a la quinta parte de la población total argentina: el 16,3%. Se estima que, por la reducción de la fecundidad, el peso relativo de los adolescentes bajará hasta representar el 15% de la población en el año 2020.

La OMS estima que 70% de las muertes prematuras en el adulto se deben a conductas iniciadas en la adolescencia. Entonces, la adolescencia constituye un momento clave para la incorporación de hábitos que, a futuro, determinarán una adultez más sana.

Pero ¿qué significa tener en una sociedad, adolescentes saludables?
Primero y principal habrá que tener en cuenta el concepto de salud, donde hablamos  del equilibrio entre el bienestar físico, mental y espiritual de una persona, y la ausencia de enfermedades, en este caso, de un adolescente que atraviesa- por su sola condición de adolescente-  una serie de cambios que para él significan desequilibrios físicos, mentales, sociales,  y el tránsito por una montaña rusa emocional que alterna entre la alegría y la angustia, la risa y el llanto, el amor eterno y el abandono insostenible.   

Si bien se considera que los adolescentes son en general un grupo sano, y es durante esta etapa  cuando el sujeto experimenta los mejores índices de salud y vitalidad que le permitirán alcanzar una vida adulta plena, sin embargo, esta capacidad vital se halla afectada y amenazada por  problemáticas sociales como la violencia física, el abandono, el suicidio, el abuso de substancias psicoactivas, las infecciones sexualmente transmisibles, los trastornos mentales, los problemas escolares, los trastornos de la conducta alimentaria, el embarazo precoz, las conductas de riesgo, entre otras.

Si entonces retomamos la idea de que adolescente saludable debe ser aquel que está y se siente en equilibrio, cuando naturalmente no lo estará y el contexto vecino puede ser muy agresivo y peligroso para  él, vemos que será casi utópico hablar de contar con ellos en una sociedad.
Sin embargo si los actores sociales cercanos  estamos preparados y somos capaces de asistirlos, la llegada de los cambios será mucho más naturalizado y se sentirán acompañados. Las políticas de estado también se han ido preparando para esto.   
     
Los modelos de atención de la salud adolescente fueron variando. Hace 50 años, se consideraba que los adolescentes eran sanos en su gran mayoría, y que se enfermaban menos que los adultos o los niños. Se los visualizaba como individuos sin madurez social, y como menores, bajo la protección de los padres y del Estado. Así los servicios en los centros de salud se diferenciaban en “para adultos” o “para niños”, y el/la adolescente era atendido según la edad o la apariencia en uno o en otro servicio.
Más tarde, en los años ochenta se tuvieron en cuenta en relación a sus problemáticas. Pasaron a ser categorizados por sus comportamientos y, de esta manera, se los clasificaba en los “drogadictos”, las “embarazadas”, “los que poseen trastornos de la conducta alimentaria”, entre otras etiquetas. Desde esa perspectiva, la atención y la prevención se organizaban con el fin de eliminar los problemas de los adolescentes.

La perspectiva actual de salud integral de los adolescentes como sujetos de derechos significa que la salud es considerada un derecho humano y social, y que hay determinantes sociales -como las condiciones de vida, los riesgos ambientales, y los estilos de vida- que la pueden afectar.
Esta nueva perspectiva requiere de la búsqueda de un equilibrio entre las acciones que contribuyan al crecimiento y al desarrollo personal de los adolescentes, con las acciones que están dirigidas a prevenir o a responder a determinados problemas. De allí que la capacitación de los intervinientes en este proceso de acompañamiento es de vital importancia, para preparar niños que entren en la adolescencia, y adolescentes que entren en la adultez conscientes de que cada uno de estos caminos evolutivos, aún con sus obstáculos, serán  una experiencia de vida rica en aprendizajes.


 El aprendizaje, se inicia en la familia, desde el nacimiento mismo, ya que es el  pilar fundacional de toda sociedad,  y la escuela acompaña a la familia en todo este proceso hasta la adolescencia tardía. Familia y escuela se deben apuntalar y acompañar para lograr la contención emocional necesaria para el crecimiento armónico de los jóvenes. 



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