De toallitas y copitas

¿Saben lo que es la serendipia? Es la forma en que surgen muchos descubrimientos en ciencia, de una forma casual o no premeditada, porque en la búsqueda de un objetivo se encuentra que se ha abierto otro camino por lo que lo descubierto o el objeto creado sirve para otra función.

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Así es como hoy en día todas las mujeres usamos en nuestros períodos las toallitas protectoras íntimas, con diseños más o menos sofisticados, con alitas, con perfume, con más o menos gel, diurnas o nocturnas, etc. Surgieron con la primera  guerra mundial cuando se crearon un tipo de apósitos que servirían para la cruz roja como material hospitalario.

Las enfermeras del servicio Norteamericano en 1917, comenzaron a usar algodón en capas para obtener una mayor absorción. De hecho era celulosa, que resultó ser 5 veces más absorbente que el algodón común. Las enfermeras hacían compresas con este novedoso material para sanar las heridas de los soldados, comenzaron a usarlas para sus cuidados personales y así nació la primera toalla sanitaria desechable.

Durante mucho tiempo se tuvo resuelto el tema de la higiene, pero no así el de la comodidad; ya que por un largo periodo las toallas, aunque desechables, eran gruesas y totalmente rectangulares, contenían tiras en los extremos y se requería de un cinturón elástico para mantenerlas en su lugar.

Recién en la década de los setentas surgieron  modelos que poseían tiras adhesivas para ajustarse a la ropa interior.

Durante la mayor parte del siglo XIX, el uso de prendas menstruales o apósitos caseros de franela o tela tejida, era lo habitual, hasta que  el avance de las infecciones, producto de los elementos reusables mal lavados entre posturas llevó a que surgieran sobre principios del 1900 varios intentos de productos para el uso durante los períodos, como ser las primeras copas menstruales, de aluminio o caucho, pantalones de goma o ropa interior con revestimientos de goma, y las toallas Lister, de gasa y algodón, en el mercado en 1896 y  precursoras de las toallas higiénicas modernas.  


El recato de la sociedad femenina y los tabúes respecto de la menstruación como algo antihigiénico  y como un tema inapropiado de hablarse, hizo que la venta de estos productos se frustrara, incluso las toallitas Lister, ya que la gente no quería que las vieran comprando estos productos.  

La segunda guerra vino a dar un giro importante a la sociedad, tal es así que los dueños de las fábricas fomentaban el uso de productos menstruales con modificaciones en sus instalaciones sanitarias, con el fin de que las mujeres de sus fábricas continuaran trabajando aun durante su sangrado menstrual. Esta fue una de las razones que fomentó la autonomía y el trabajo fuera de sus casas de un número importante de mujeres.

En 1933, con el nombre de “Tampax”, aparecieron los tampones desechables considerados por la comunidad médica como una alternativa saludable. Para su difusión y promoción, al igual que con las toallas, las campañas publicitarias debieron basarse en la promoción de jóvenes adolescentes participando  de actividades deportivas y recreativas generando una imagen de independencia y disfrute.

Recién en 1980 los mercados recibieron las toallas modernas en sus modelos extra largas o con alas incluso las minis.

En 1956, Leona Chalmers, lanzó un diseño más moderno de la primera copa menstrual, de metal o caucho, que comenzó junto con otros elementos reutilizables a hacerse más populares durante los años 70.

Al día de hoy las opciones han crecido, a las toallas con todas sus variedades y los tampones tradicionales, se les han sumado las toallas y tampones orgánicos, reutilizables y de algodón.

También las copas menstruales son novedad por la practicidad, lo fácilmente amortizable de su costo y la economía que representa para las mujeres, también  lo “eco friendly” con el ambiente, ya que se evita la eliminación al medio ambiente de un número enorme de residuos, no sólo altamente contaminante, sino también de lenta degradación, 10 años mínimo. Inclusive en la fabricación de una toalla higiénica o un tampón, hay grandes consumo de agua por el algodón y  los químicos que se usan.

Si calculamos que una mujer en promedio tiene una vida fértil de alrededor de 40 años y que utiliza cerca de 4 a 5 toallas higiénicas al día, dependiendo del flujo y duración de su período, cada mujer utilizará en su vida entre 10.000 y 13.000 toallas higiénicas o tampones. Lo que, según se ha estimado, equivale a alrededor de 65 kg de basura. Cada año se tiran alrededor de 94.500.000.000 tampones y toallas íntimas en todo el mundo, además hay que tener en cuenta que los embalajes de estos productos generalmente son plásticos.

En Argentina la copa menstrual es la última incorporación masiva al mercado de los productos sugeridos para consumo durante la menstruación. Son de silicona médica, hipoalergénicas, que no producen alteraciones en el entorno vaginal, no lastiman ni irritan las paredes vaginales y a diferencia de los tampones no dejan residuos de fibras. El material es flexible para su mejor adaptación al interior de la vagina y su tiempo de vida útil es de 15 años con un buen uso y mantenimiento.

Con ella se pueden hacer múltiples actividades sin riesgo de derrame y con la máxima comodidad,  proporciona comodidad y protección hasta de 12 hs sin necesidad de cambio. De manera que puede ser usada durante toda la noche sin riesgo de desborde. Recolecta los fluidos sin que éstos estén en contacto con la vulva, incluso cuando se agiliza la extracción y no hay derrames, el uso de la copa resulta mucho más higiénico que el uso de la toalla, en contacto directo con la vulva, o el tampón cuya cuerda es sometida a mojarse con orina, por ejemplo.

Se dice que también resulta más saludable, ya que no se genera sobre la vulva calor, sudor o humedad que podría ser foco de infecciones.  Se venden en dos o tres tamaños, a seleccionar según algunos parámetros:

Talle M: mujeres entre 20 y 30 años, que no han tenido hijos.

Talle L: mujeres que han tenido hijos.

Hay que practicar su colocación, se coloca doblándola por la mitad, en forma plana,  o doblar todas sus aristas y ponerlas en el medio, etc. Dependerá de cada persona. Para retirarla se puede oprimir un lado hacia el centro y luego retirarla con cuidado sin tirar de la base. En caso de que se complique su colocación por sequedad vaginal, se puede usar algún lubricante.  

La copa ha tenido una muy buena repercusión entre las adolescentes, que la encuentran práctica y una vez que han aprendido su colocación correcta, se sienten muy cómodas y protegidas. Incluso una vez colocada la copa se amolda al cuerpo y a la cavidad vaginal sin ser percibida. Opinan que les da mucho tiempo de independencia, lo cual les facilita el tiempo fuera de sus casas y de un sanitario.

Una vez retirada se elimina el flujo menstrual en el inodoro y se lava con agua caliente y jabón. Se puede dejar varios minutos en esta solución y luego se enjuaga para volver a usar. AL fin del período se limpia y luego se hierve para esterilizarla al menos por 3 minutos. Se guarda en su bolsita de algodón hasta el próximo período. Elegir un lugar fresco, con poca variación de temperatura, y sin exposición a rayos ultravioletas para su almacenamiento hasta el nuevo período.

 


Mientras en occidente elegimos entre toallas tradicionales u orgánicas, tampones y copitas, en la India, por ejemplo, hasta no hace mucho tiempo, las mujeres pobres no tenían acceso ni siquiera a las toallas tradicionales, ya que comprarlas significaba dejar de comprar alimentos esenciales. Usaban trapos antihigiénicos que aumentaban el riesgo de infecciones y enfermedades, y a todo esto se le suma el hecho que del tema no se habla, por lo cerrado de la sociedad, por pudor, por falta de comunicación incluso entre esposos.

Las desigualdades en las sociedades  se marcan en muchos aspectos de la vida de las personas, pero vuelven a recaer sobre las mujeres, aumentando su vulnerabilidad. Nuevamente la educación y el compromiso social de los estados pueden transformar  estas realidades dolorosas pensando que estamos en el siglo XXI.

           

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