SOS adolescentes y aislamiento, atención a las señales

Y seguimos de cuarentena, el coronavirus nos ronda, el tiempo pasa y crece la ansiedad y la incertidumbre. Los pronósticos son inciertos y la economía se derrumba. No desesperemos, gracias a Dios las cosas se han hecho bastante bien, lo suficiente como para que nuestros números de personas afectadas y fallecidas ni siquiera se acerquen a los números de los países europeos. Pero el costo es la proyección en el tiempo de manera casi indefinida.


Claro que los adultos mayores son los que se llevan la peor parte porque no parece cercano el día que vuelvan a verse con sus nietos y compartir un domingo en familia como antes.

Los chicos también la están pasando mal, ya llevan 80 días en cuarentena, porque las clases se detuvieron una semana antes de que se decretara el aislamiento obligatorio.

La sociabilización, clave del desarrollo social de los chicos, ha pasado a un tercer, cuarto, quinto plano y la convivencia en casa, entre hermanos se complica, lo positivo es que se ha afianzado con papá y mamá. Nuestros chicos más chicos con el tiempo tal vez mostrarán las consecuencias de esta etapa, la falta de contacto con sus pares, el compartir del jardín, las consignas y hábitos que se incorporan desde la enseñanza preescolar cuando la seño dice a ordenar, formen fila u hoy se juega en tal o cual rincón.

Los que más lo sienten y lo perciben son los adolescentes, chicos pero no tanto, suficiente como para absorber la ansiedad de los grandes y la incertidumbre que nos pone mal y que la proyectamos en nuestras palabras y en nuestros gestos. El problema es que se lo transmitimos, y no nos tenemos que olvidar que somos sus espejos donde se miran y proyectan.

No hay que olvidar que ellos también la pasan mal por cosas de adolescentes. Siendo totalmente inocentes de culpa y cargo están en una penitencia sin fecha de caducidad, sin ver a sus amigos, sin ir a la escuela, ya que a esta altura muy fuera de lo que hubiera sucedido en otras oportunidades, lo que más quieren es ir a la escuela. A encontrarse  con sus pares, a escuchar las clases copadas y las no tan copadas de tal o cual profe, pero con los profes de carne y hueso que pueden interpelar, preguntar y hasta protestar el porqué de tener que aprender eso o aquello.


En tiempos de Pandemia, lo que importa es el niño, el contenido y el contexto, también conocida como la regla de las tres “C” por sus siglas en Ingles (Child, Content, Context).

La  Asociación Americana de Pediatría (APP) en 2018, estableció las siguientes recomendaciones de uso de pantallas al día:

a-En los bebés de hasta 18 meses, debemos evitar la exposición a las pantallas con
excepción del videochat.
b. De los 2 a los 5 años se tiene que limitar el uso de los medios entre media y una hora al
día, siempre que los contenidos sean de alta calidad.
c. Desde los 5 a los 12 años es necesario acompañarlos pudiendo estar entre una hora u
hora y media al día.
d. Con la adolescencia, educarlos en el uso responsable y saludable de las tecnologías.

El momento actual particular suma horas de uso de pantallas por lo que será necesario gestionar adecuadamente el tiempo del uso de dispositivos electrónicos porque será complejo volver atrás después que salgamos del aislamiento obligatorio. Plantear esto ayudará a pensar cómo lograr un equilibrio físico/ virtual cuando volvamos a las actividades cotidianas.

Es increíble que la misma tecnología que invadía las aulas y nos traía problemas de convivencia porque Facebook, Instagram y e Whats app estaban siempre en medio ahora casi se han vuelto indispensables para comunicarnos. Todos, grandes y chicos.

Los  abuelos han tenido que aprender a usarla para comunicarse con sus familias, los adultos para comunicarse, para pagar cuentas, para comprar y no quedar fuera del sistema. Los chicos para que sociabilicen con sus pares, para que se entretengan y fundamentalmente para que no pierdan su año escolar, o al menos se intente mantener un ritmo de aprendizaje.


Los adolescentes también usan las redes y la tecnología para la conexión con el mundo exterior, al punto tal que participan de fiestas virtuales multitudinarias. Pero si bien la tecnología ha explotado en lo que tiene que ver con lo escolar, la mayoría de los adolescentes no cambian el banco escolar, el pizarrón de tizas o fibrones, a la pantalla acotada de su celular o de su pc y las clases por zoom.

La realidad dice que mucho de todo esto ha llegado para quedarse, pero también tenemos que ser conscientes que la adolescencia es una etapa de compartir lazos con amigos, porque de ellos y sus experiencias conjuntas se afianzan las identidades, la autoestima y se gestan muchas veces los proyectos de vida.

Este tiempo de aislamiento ha resignificado la escuela argentina y creo que ya podemos vislumbrar algo importante: el protagonismo de los adolescentes es fundamental para lograr su propio aprendizaje. Nada nuevo, un alumno presente pero ahora tras la pantalla, que participa y pregunta sigue siendo el primero de los desafíos docentes.

Los que han logrado hacer equilibrio y se han mantenido en sintonía con los cambios, sobre todo los más grandes, en su fuero más íntimo deben reconocer que han anticipado una responsabilidad que antes lograban, y a los golpes, cuando ingresaban a la universidad. Ahora ellos son responsables y se hacen cargo de participar de las clases, de entregar en término sus tareas e incluso de estudiar o preparar resúmenes aun cuando corre por allí el rumor de aprobación masiva del año escolar. De esto puedo dar fe viendo lo que pasa en mi casa, pero también hay información sobre esto, una encuesta realizada a más de 1200 adolescentes, muestra que son capaces aun en este contexto de pandemia, de desarrollar rutinas y organizarse a su manera para cumplir con sus tareas asignadas y con sus propios intereses. Esta organización y las rutinas ayudan a mantener el equilibrio psíquico y la armonía familiar.

adolescente en clase de zoom

“Dentro de las actividades realizadas con mayor frecuencia (todos los días), en primer lugar figuran las redes sociales (67%), luego escuchar música (55,1%), tareas escolares (50,2%), tareas del hogar (46%) y conectar con amigues (43,9%). Dentro de las menos frecuentes, salir a hacer compras: el 61% respondió que no realizó esta actividad.”

Estos datos permiten desmitificar varias cosas en relación a los adolescentes:

  •   La actitud adolescente frente al aislamiento es de respeto, no han sido los que han roto la   cuarentena.
  •   Dentro de sus prioridades están las de cumplir con sus tareas escolares
  •   También participan en actividades familiares.
  •    Están interesados en el cuidado de la salud.   

Sin embargo, pensando que las tecnologías son las herramientas que mejor y más usan, los docentes encuentran que muchos adolescentes prenden sus aparatos pero no participan con cámara ni audio de los encuentros que se les propone.

Más allá de la cuestión pedagógica, hago hincapié en la falta de interés de esos adolescentes, del encuentro con sus pares y amigos. Esto es una señal que debe prender una luz roja. Lo mismo sucede con las producciones de alumnos que conocemos que trabajan de una determinada forma y en cuarentena han bajado la calidad de sus producciones.

Los cambios en los ritmos de sueño, de alimentación, de humor  y  de relación con sus pares son motivos  de alerta para los adultos. A veces desde la escuela se pueden descubrir situaciones que deben comunicarse a sus familias para trabajar de forma conjunta.

No todos los adolescentes están en la misma sintonía, quizás por falta de motivación o de acompañamiento. De los chicos encuestados la mayoría contestó que tienen una relación “muy buena” o “buena” familiar, lo que habla de un entorno de contención fundamental para llevar adelante el aislamiento. En los grupos etarios entre los 14 y los 17 años hubo un 18% de respuestas asociadas a la relación “regular” o “mala”, esto va de la mano del espíritu batallador de este grupo de adolescentes.

Ahora bien, un 40% respondió que en sus casas cuentan con la posibilidad que sus mamás los escuchen y puedan hablar de cómo se sienten, pero un 33,8% dijeron que no pueden hablar con nadie de lo que les pasa,  "lo cual es llamativo porque sabemos que la posibilidad de diálogo y de hablar acerca de sentimientos y percepciones hacen posible la tramitación psíquica de los miedos y ansiedades propias de un contexto disruptivo como es la pandemia" afirma una psicóloga.

Sin ser psicólogos ni expertos podemos decir que cualquier adolescente en este contexto está pasando por un momento que dejará huellas si no lo escuchamos, lo dejamos exponer sus sentimientos, lo abrazamos con brazos, amor y palabras de aliento, y llenamos ese vacío que sienten por no poder tener contacto físico con sus amigos, amigas y amores.


No son pocos los que se han dado cuenta ya que tienen casi perdido su 6to. año, sobre todo en lo social, en lo que respecta a sus vivencias cotidianas con sus compañeros y amigos, que se despiden de una etapa única, y que no hay vuelta atrás.

La ilusión de su viaje de egresados ya no es la misma. Al paso que vamos para octubre si hubiera viaje, muchos subirían a un micro con gente cuasi desconocida y las expectativas de lo prometido también está en juego. Otro bajón la fiesta de egresados. Cambiemos de canal.

Quedan esperanzas todavía, el tiempo pasa y  los jóvenes se reinventan permanentemente, y apostemos a que logremos disfrutar todos de su merecido egreso. Como adultos todavía podemos recolectar sus sentires, sus emociones, y  transmitirles energía y actitud positiva  para que los adolescentes generen pequeños proyectos a corto plazo, algo genuino y positivo, y motivarlos para que disfruten del tránsito a través del mismo hasta que puedan volver a su cotidianeidad. 



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