Cómo enseñamos Educación Sexual en el siglo pasado
Hoy les voy a contar
la experiencia de llegar a los chicos de
fines del siglo pasado, esos que ahora los definimos cómo millennials, con un proyecto
institucional que se trabajó durante 26 años, nacido como un pedido particular
de un directivo, sacerdote, vanguardista, que visualizó la necesidad de hablar
y educar a los chicos en prevención.
Para él esta palabra era la clave hacia donde debíamos orientar la tarea
docente del área de ciencias, especialmente la biología humana y sus cuidados,
desde todos los puntos de vista.
Es así que surgió
un proyecto institucional que se
desarrollaba a través de varios cursos del secundario, durante distintos
momentos del año y poníamos manos a la obra con el Proyecto de Educación para el Amor.
Llegar al aula de
primer año, a niños de 11 u 12 años
era abrir una ventana a un tema casi nuevo para ellos porque en la escuela
primaria la educación respecto de la sexualidad era muy básica o casi nula,
sólo hacía un recorrido por aparatos y sistemas en un modelo meramente
biologicista.
Debió de correr
bastante agua bajo el puente, y con el tiempo se logró integrar y mejorar esa
situación y la escuela primaria tomó cartas en el asunto desde una mirada más
integral, trabajando valores y habilidades sociales como así también
apuntalando con información sustancial desde la biología para acompañar y
contener a las niñas fundamentalmente que venían anticipando su menarca
respecto de los tiempos de trabajo aulico de estos temas. A partir de charlar
con ellas respecto de su menarca, encontrábamos que muchas entraban a los 10
años de lleno en la pubertad, y la escuela primaria hablaba de este tema en
6to. grado, cuando tenías 10/11, por lo cual había que anticiparse para prepararlas
ya desde 5to grado al menos.
Trabajar con los
chicos en 1er. Año del secundario
era una experiencia única. Muchos de ellos ya en plena pubertad y otros tantos
tan lejos aún. Sin embargo todos tenían esa capacidad de asombro, esa
curiosidad, esa necesidad de preguntar y saber que se pasea entre la picardía y
la inocencia, entre las risitas y el ponerse colorados.
El primer día en
que nos reuníamos en un espacio diferente al aula tradicional y les
preguntábamos qué habría en una caja que tenía una etiqueta a modo de
encomienda que decía SEXUALIDAD
surgían una serie de temáticas que ellos aportaban, generalmente relacionadas
con lo biológico, su funcionamiento y las relaciones sexuales. Les proponíamos agregar actitudes, y surgían el interés, el respeto, la escucha, y sacar actitudes que pudieran afectar o
interrumpir los momentos de aprendizajes y ellos aportaban las risas, la burla,
la vergüenza, etc.
A partir de aquí
comenzábamos a construir el concepto de sexualidad. Y su primera tarea era
comentar en sus casas que desde ese día y por varios más, 20 días
aproximadamente, íbamos a desarrollar el proyecto de Educación para el Amor y
que habíamos abierto la caja de la Sexualidad. Al día siguiente volvían con mil
y un comentarios: “cuando les conté a mis papás seño, ¡se hizo un
silencio….!!!!”, “me dijo mi mamá que le pregunte a ella, que me va a explicar”
y en el peor de los casos “seño a mí me dijo mi mamá que yo no puedo participar
de esas clases”….
Claro que uno
entiende los miedos de los padres a lo que se les transmite a los chicos, sobre
todo en tiempos en que los discursos están bastante politizados, pero ante todo
el derecho de los chicos a saber, a prepararlos y trabajar los valores que
necesitan para afrontar las relaciones interpersonales fuera del entorno
familiar que ya empiezan a despertar.
Pero claro había que empezar por el principio y entonces nos separarábamos, sí, las nenas con las nenas y los nenes con los nenes, porque necesitaban vencer el pudor y encontrarse cómodas y cómodos para preguntar y expresarse. En esa intimidad se lograba vencer todas las barreras y se las veía reírse, ponerse coloradas y sorprenderse con toda naturalidad. Es que de eso se trataba, de naturalizar el tema, y entre contenidos y chistes y mitos, hablar del tema se hacía más fácil, tanto que seguramente sus padres no las y los reconocerían al momento de escribir preguntas para el viejo buzón.
El tan abucheado
método del buzón nos ha mostrado a lo largo de los años muchas cosas, pero
sobre todo que los chicos de antes y los de ahora siguen teniendo los mismos
miedos, las mismas dudas y que en esencia son los mismos chicos. Si bien los
medios de comunicación los taladran con imágenes y sus amigos mayores con cosas novedosas
cargadas de sexo y promiscuidad, su inmadurez cognitiva no asume estos mensajes
y los preocupan creando una imagen contraproducente de la sexualidad, en muchos
casos los enoja pensar que tendrán que hacer tal o cual cosa porque han crecido
y ya están o deberían estar listos para la sexualidad adolescente. Es por todo
esto y porque hay que desterrar esa imagen negativa de su sexualidad y de la
adolescencia a la que están llegando sin muchos de ellos quererlo, que hay que enseñarles
que con los conocimientos pueden tener
la capacidad para tomar decisiones y sentirse libres de elegir.
Qué difícil se me
hace escribir en pasado, si bien no es correcto para la gramática, se mimetiza
tanto el pasado con lo actual, lo presente. Con los matices propios, la
historia ha sido y es la misma, sólo
cambiamos los actores que nos toca acompañarlos.
Pasar por los
temas meramente biológicos, aparato reproductor femenino y masculino, fueron
trámites más o menos incómodos que se diluían con las cuestiones personales,
aquellas que venían descubriendo a lo largo de sus últimos años cuando sus
cambios fueron evidentes. Compararse con fotos de dos o tres años atrás era
motivo de risa, añoranza por cuerpos y modelos que ya no entraban más por los cambios
que habían llegado para quedarse.
De la lista de
características nuevas algunas preocupaban más que otras, y hacia allí nos
dirigíamos.
El vello, uno de
los temas candentes para las chicas. ¿Cómo estar bien con una “uniceja” poblada
que mamá pensaba que era mi seña particular y que su dueña odiaba
profundamente? ¿Cómo decirle a mamá que no me gusta tener mis piernas peludas y
que ya no soy una nena? ¿Cómo ir a un cumpleaños con pileta con mi vello axilar
si mamá dice que la depilación con cera es peligrosa? Charlar con ellas sobre lo que les
preocupaba y buscar soluciones entre todas afianzaba su relación como grupo. Algunas
proponían alternativas, métodos novedosos e incluso se pasaban datos de
pequeños trucos femeninos.
Momento de
intimidad absoluta era la clase donde traían de casa tampones y toallitas
íntimas de uso personal o de mamá. Todo se ponía en una mesa y como si fuera
una ronda de brujas se iban abriendo y reconociendo los pro y los contra de
cada objeto, analizando calidades, aromas, tamaños y probables usos. Muchas de
ellas reconocían que usaban las versiones diarias porque les incomodaba la
humedad de sus prendas íntimas.
El climax llegaba
cuando los tampones explotaban por el exceso de líquido recolectado en un vaso
de agua. Jajaja!!!! Sus expresiones se transformaban y allí visualizaba a las
niñas que realmente vivía en cada una de ellas, tanta ingenuidad, tanta inocencia!!!! Bendita esencia de niña!!!!!
Se enojaban si
los chicos volvían antes de sus encuentros y las descubrían en esa fiesta de
toallitas y cosas femeninas que “no debían ver” y cuando les preguntaba
¿porqué? su argumento más fuerte era que eran sus cosas íntimas.
Ellos por su
parte recorrían el camino de los sistemas, tanto el propio como el de ellas, y
los cambios, con las acotaciones propias. Masturbación, poluciones nocturnas y
uso y colocación de un preservativo eran sus temas íntimos que cuidaban
celosamente, hasta que las chicas pescaban algo y entonces descubrían a los más
osados por la manipulación de raros elementos de madera que servían para
aprender sobre la colocación del preservativo.
Ahora sí podíamos
volver a estar todos juntos. Y el rencuentro era muuuuy productivo!!!!. Veíamos
alguna película sobre los cambios corporales y los aportes ahora fluían con
mucha soltura. En menos de una hora se despejaban los complejos de estar ellas
y ellos hablando de eso y todo era mucho más fácil.
Las temáticas a seguir
eran diversas, según sus preguntas llegábamos antes a embarazo, maternidad y
maternidad adolescente, o al revés, cerca estábamos de los métodos
anticonceptivos y ahora era el momento de habilitar la toma de decisiones, la
autoestima, el autoconocimiento, y el manejo de emociones. No faltaban los
temas de noviazgos, y de parejas o amigos/as tóxicas, tan común en esas etapas
de preadolescentes.
En todo este
universo se colaban por la ventana los consumos, drogas y alcohol. Las comidas
chatarras y los alimentos saludables eran un capítulo más asociado tanto a los
desayunos, como las colaciones del buffet y los problemas de alimentación se
entremezclan con los estereotipos.
Todo esto surgía de ellos a partir de nuestras propuestas cotidianas cuando el disparador de algunas clases eran los spots publicitarios, las publicidades especialmente pensadas para adolescentes, las marcas comerciales, cortometrajes o viñetas de Mafalda, etc.
Las actividades
se seleccionaban para que trabajaran en grupos mixtos y usaban un cuadernillo
hecho por nosotros que tenía contenido y también consejos y tips para
sobrellevar sus cambios.
El tiempo volaba
y con el paso de los años aprendimos a relajarnos porque las clases eran tan
positivas, ruidosas, participativas y entretenidas que nadie quería que
terminara el tiempo del proyecto.
La riqueza de
este tiempo de proyecto estuvo no sólo en los conocimientos que compartían los chicos, sino también en lo
que aprendimos los adultos que los chicos necesitaban saber. Intuitivamente
fuimos creciendo y ampliando las temáticas de trabajo, cuando aún no se hablaba
de bullying, ni de grooming o de vulneración de derechos.
Cada año dejaba
en nosotros nuevos aprendizajes, cada grupo era una experiencia diferente. Sabe
Dios que he sido profe de muchos de estos chicos/as que ya grandes me decían
por los pasillos, “profe ¿siguen mostrando las toallitas en las clases del
proyecto?”, “profe nunca me voy a
olvidar del mono, el chancho y el tigre cuando te emborrachás!!!....
Corrían los finales
del siglo pasado y no lo sabíamos pero un poco por el espíritu salesiano de
estar cerca de los chicos, por ser docentes, y otro poco por ser papás y mamás nos embarcamos en una educación sexual a
nuestra medida. No sé si el modelo para enseñar sexualidad fue el correcto, un
poco biologicista, otro poco higienista. Pero seguro que tuvo mucho de rigor
científico, y valores cristianos tan fuertes y nobles como el derecho a la
vida, la tolerancia, el respeto, la empatía, el amor, el reconocimiento de las
personas como únicas, y las actitudes
responsables.
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