Identidad Adolescente, el desafío de crecer
La adolescencia es un
periodo muy importante del desarrollo psicosocial de los niños, siendo TRES los
puntos claves a superar en esta etapa de
su vida, tanto que se los denomina DUELOS,
para lograr el desarrollo de su identidad:
- El primero
se relaciona con la pérdida del cuerpo infantil
- El segundo
con la pérdida del rol infantil
- El tercero
tiene que ver con la pérdida de los padres de su infancia.
Atravesar estos duelos viene acompañado de situaciones que lo preocupan
y sobre las que debe trabajar para lograr la aceptación de sus pares, la
personal, y la autonomía e independencia deseada.
Una de sus mayores preocupaciones es la de su aspecto corporal, en una
sociedad donde se le da un rol importante a la apariencia, especialmente de los
adolescentes. Pero el interés en el adolescente es sobre todo para tener un
aspecto, o imprimir una impronta, diferente a la de sus padres, que en la
actualidad podría asociarse al uso de los
piercings y tatuajes, por ejemplo, intentando generar un estilo original
y propio.
Otra preocupación es la de lograr la integración en el grupo de amigos,
teniendo este hecho mayor importancia al inicio de la adolescencia para perder
fuerza al final del desarrollo psicosocial a favor de una relación individual
más íntima con quien compartir pensamientos y sentimientos.
La lucha por pasar de la dependencia de las figuras parentales, a la
independencia, es otra de sus luchas personales más importantes.
Atravesar y salir vencedor de estas situaciones conscientes e
inconscientes traerá como resultado la identidad adolescente.
La identidad es el resultado de
la vinculación y la integración de lo espacial, lo temporal y lo social. Todas
estas vinculaciones conforman el autoconcepto, es decir el conjunto de
características que identifican la imagen que un sujeto tiene de sí mismo. Este
concepto de sí mismo no permanece estático a lo largo de la vida sino que se va
desarrollando y construyendo como
proceso.
En el autoconcepto interviene la autoconsciencia y de manera
fundamental la autoestima. Si un sujeto tiene una buena visión de sí mismo, o
sea una autoestima positiva, tiene mayor probabilidad de sobrellevar los
obstáculos que se le presenten en la vida y resolverlos favorablemente.
El desarrollo de la identidad dependerá en gran medida de la superación
favorable de los estadios previos en el ciclo vital del ser humano, de la misma
manera que el buen desarrollo de la identidad en el adolescente va a influir
sobre los estadios post adolescencia para que éstos se desarrollen de forma
favorable. En cada estadio habrá una crisis psicosocial que podrá superarse de
forma favorable o desfavorable, con un radio de relaciones significativas,
generalmente sus grupos de pares, para alcanzar una fuerza básica, que en la
adolescencia es la Fidelidad.
Todo adolescente necesita saber quién es, pues necesita sentirse
respetado y amado, como todo ser humano. El niño prepúber se identifica a
través de sus padres o los adultos de su entorno, pero el adolescente necesita
desarrollar su propia identidad y ser ellos mismos. Si bien durante la infancia
es importante confiar en otros, sobre todo en los padres, durante la
adolescencia es importante confiar en uno mismo. Hacia el final de esta
transformación en adolescente, transfieren la confianza de los padres a otras
personas, como amigos íntimos o parejas.
El amor es parte del camino hacia la identidad. Al compartir sus
pensamientos y sentimientos con otra persona en quien confía, el adolescente
está explorando su identidad posible, y viéndola reflejada en la otra persona,
a través de la cual puede aclarar mejor quien es. No obstante, la intimidad
madura, que implica compromiso, sacrificio y entrega, no se alcanza hasta haber
logrado una identidad estable.
Cada una de las ocho etapas del desarrollo de un individuo, implica una
dificultad o crisis emocional con dos posibles soluciones, favorable versus
desfavorable, siempre avanzando etapa por etapa sin poder saltarse ninguna. Las cinco primeras etapas corresponden a la infancia hasta la adolescencia.
La formación de la identidad puede poseer algún aspecto negativo que en
ocasiones puede permanecer a lo largo de la vida como un aspecto rebelde de la
identidad total. Lo deseable es que la identidad negativa no se vuelva
dominante. La identidad negativa es la suma de todas aquellas identificaciones
y fragmentos de identidad que el sujeto tuvo que interiorizar como indeseables.
En el estadio I, la Infancia (0-12 meses), la crisis psicosocial a
superar es la confianza básica versus desconfianza básica. Aquí tiene especial
importancia la madre o figura maternal que idealmente habrá significado una
base segura para el establecimiento de un vínculo seguro con su hijo. La fuerza
o cualidad básica que se desarrolla es la Esperanza.
En el estadio II o
Niñez temprana (1-3 años) la crisis psicosocial es el desarrollo de la
autonomía en contraposición a presentar vergüenza y duda (desenlace
desfavorable). Intervienen ambas figuras parentales. Es la etapa del no, y la
máxima expresión es la autonomía que obtiene el niño con el control de los
esfínteres. Él decide cuándo y cómo evacúa, siendo la fuerza básica la
Voluntad.
El siguiente estadio
III, Edad del juego, se sitúa más o menos entre los 3 y 6 años. La duración de
los diferentes estadios son variables según el niño. La crisis a superar de
forma favorable en este estadio es la iniciativa versus culpa (desenlace
desfavorable). Los niños inician juegos con otros niños, se inventan juegos, y
tienen mucha imaginación. Si se les da la oportunidad de llevar a cabo sus
iniciativas se sentirán seguros de sí mismos. Debe emerger el sentido del
propósito y de la ambición. La fuerza
que emerge, es la Finalidad.
El último estadio
antes de la adolescencia es el estadio IV o Edad escolar (7-11 años). Es cuando
el niño inicia proyectos hasta completarlos sintiéndose orgulloso de sus
logros. La crisis psicosocial es industria o laboriosidad versus inferioridad
(sentimiento de inferioridad si no logra realizar las tareas encomendadas),
siendo la fuerza básica la Competencia.
Los profesores y padres juegan un papel
crucial en esta etapa. Cuando se apoya al niño y se le refuerza en su trabajo,
sentirá que es capaz de alcanzar su meta, sino se va instalando un sentimiento
de inferioridad e impotencia. Un riesgo en esta etapa es que únicamente se dé
valor al trabajo, sacrificando la imaginación y la creatividad.
Finalmente se llega al
estadio V, Adolescencia (12-20 años), que es cuando surge la crisis
psicosocial, tal como se ha mencionado anteriormente, alcanzar la identidad,
será el desenlace favorable, en contraposición a la confusión de roles
(desenlace desfavorable). El radio de relaciones significativas en este periodo
son el grupo de amigos, grupos externos y modelos de liderazgo. Muchas veces el
adolescente está más preocupado por lo que él puede aparentar en los ojos de
los demás, o sea la imagen que proyecta, que en cómo él realmente se siente.
En la búsqueda de la
identidad pueden necesitar repasar las crisis psicosociales vividas
previamente, siendo la más relevante la primera, la de confiar en los demás y
en uno mismo. Luego está el segundo estadio en el cual debe haber adquirido la
cualidad básica de la voluntad, que le permitirá buscar oportunidades para
decidir libremente en cada momento.
El adolescente suele tener un miedo atroz a
quedar en ridículo, prefiriendo actuar sin pudor, por lo que necesitan sentir
la afirmación de sus iguales. De la misma forma, el adolescente puede ser muy
intransigente y nada tolerante con las diferencias culturales, sociales,
físicas o raciales, de aptitudes o características individuales, siendo una
forma de defensa ante el sentimiento de pérdida de identidad. La fuerza básica
de este estadio es la Fidelidad.
Los adolescentes
pueden entrar en una etapa de crisis de identidad. Esta crisis de identidad de
la que hablamos se produce mayoritariamente en dos áreas: consigo mismo, para
encontrarse a sí mismo y demostrarse independiente, y con su rol frente a la
sociedad y el entorno, para explorar el
mundo exterior, adoptar nuevas formas de pensar y de sentir.
De esta manera, en su
lucha por lograr una imagen aceptable de sí mismo, su objetivo es demostrarse y
demostrar a los demás que es una persona capaz y válida; y su atención se
concentra en resaltar las diferencias respecto al niño infantil que era. Sus
principales obstáculos para ello, están por tanto, en sí mismo y en la
dependencia de sus padres. Poco a poco, necesitará desprenderse de sus vínculos
familiares infantiles y crear con sus padres una relación más madura.
Durante esta etapa
analizan sus opciones y buscan llegar a comprometerse con algo en lo que puedan
tener fe. Así, un adolescente puede optar por entrar en una ONG, ir a la
universidad, tomar clases de baile, hacerse vegetariano, etc. Con frecuencia,
estos compromisos de carácter ideológico o personal ayudan a formar la
identidad y moldean la vida en los años siguientes.
El nivel de confianza que
los adolescentes tengan en sus compromisos influye positivamente en su
capacidad para resolver sus crisis de identidad.
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